Encendido de Janucá en Ceuta: homenaje a la solidaridad y esperanza
El presidente de la Ciudad, Juan Vivas, participó en el encendido de las velas de Janucá, la festividad judía conocida como la "Fiesta de las Luces". Este año, la Comunidad Israelita de Ceuta dedicó el acto a los afectados por la DANA y a los voluntarios ceutíes que han brindado apoyo en Valencia.
La ceremonia, celebrada en el Auditorio del Revellín, contó con la presencia de diversas autoridades y representantes de colectivos ciudadanos. Las velas fueron encendidas por miembros de Bomberos, Protección Civil, Parque Móvil, Cruz Roja, Banco de Alimentos, Plataforma Solidaria de Ceuta, el rabino de la comunidad, el comandante general de Ceuta y el presidente de la Ciudad.
La festividad de Janucá, que este año se extiende del 7 al 15 de diciembre, simboliza la perseverancia, la fe y el triunfo de la luz sobre la oscuridad. El encendido de la menorá conmemora el milagro del aceite durante la purificación del Templo de Jerusalén hace más de 2.000 años.
La Comunidad Israelita de Ceuta ha destacado la importancia de esta celebración en una ciudad multicultural como Ceuta, donde convergen personas de distintos credos y religiones, y donde la paz es un estandarte. Durante el acto, se elevaron oraciones por la resolución de los conflictos actuales en el mundo y se pidió por el fin de todas las guerras.
La ceremonia concluyó con una actuación de la Academia Rosa Founaud y la degustación de dulces tradicionales de Janucá, conocidos como sufganiot.
La Janucá o Hanouka, también conocida como la Fiesta de las luces o luminarias
El candelabro de 9 brazos, uno central auxiliar y 4 a cada lado, llamado Hanuká o Janukiá se utiliza en todo el mundo en la Fiesta de las Luces. Dicho candelabro simboliza los 8 días tras la conquista del Templo de Salomón en los que la luz sagrada resistió alumbrando con poquísimo aceite. Asimismo, el candelabro de siete brazos representa la creación del Mundo.
Como sabemos, la festividad de Janucá conmemora un milagro. Tras la reconquista del Templo Sagrado de Jerusalén por parte de los macabeos, que había sido profanado por los griegos, los sacerdotes encuentran una pequeña vasija sellada con aceite consagrado en su interior, aceite destinado a mantener encendida la llama eterna. Contenía la cantidad de aceite que sólo debía durar un día. El milagro se produjo: la llama se mantuvo encendida durante ocho días, tiempo que se tardaba en elaborar y consagrar un nuevo aceite.
Durante cerca de 2000 años, generación tras generación, por estas mismas fechas en los hogares judíos se ha repetido este ritual. Pero no solo éste: nuestros antepasados han mantenido sus costumbres, que, muchas veces oralmente, han transmitido a sus hijos y nietos generación tras generación, y la mayor parte de las veces en condiciones nada fáciles.
El rey Felipe VI, en un acto público, honró la Ley que permite obtener la nacionalidad española a los descendientes de los judíos expulsados de España por sus antepasados en 1492. Esta Ley permite ser españoles de derecho (de corazón lo fueron siempre) a los judíos sefardíes del siglo XXI. Sefardíes que, como sus abuelos a lo largo de 5 siglos, no olvidaron y supieron transmitir a sus descendientes no solo su amor por España (Sefarad), sino, y no menos importante, su gastronomía, costumbres, canciones de cuna, poesías, cancionero, y todo lo que significa cultura.
Sin olvidar la lengua, el español del medioevo, conservada como preciado tesoro, y hablada por multitud de sefardíes a lo largo y ancho del mundo: Desde Israel a Venezuela, desde Australia a Turquía, desde Francia a Canadá. Y todo esto durante 500 años, lejos de su tierra, a menudo en condiciones hostiles, y en medio de colectivos que nada tenían que ver con su cultura sefardí.
En resumen, los antepasados, judíos españoles, mantuvieron encendida una llama, la de su españolidad, que ha iluminado 5 siglos de oscuridad y ha llegado a nuestros días, en contra de toda lógica, en contra de toda razón. Igual que sucedió con aquella pequeña cantidad de aceite que iluminó el Sagrado Templo. Definitivamente sí: Existen los milagros.