“El morir en el combate es el mayor honor” teniente coronel Valenzuela, in memoriam
Antonio Muñoz-Manero Fernández, teniente coronel de Infantería, colaborador de la Biblioteca Histórico Militar de Ceuta.
La Historia de España ha sido de una grandeza y de un heroísmo extraordinarios, sin parangón en ningún país del mundo. En las gestas de nuestra historia, en las grandes batallas, han aflorado los valores más sublimes, que son parte de nuestras mejores tradiciones. Todos los seres humanos somos portadores de valores, los valores guían nuestra conducta y nos ayudan a tomar decisiones, especialmente en situaciones difíciles y complicadas.
En el estamento militar, estas tradiciones y valores están recogidos en las Reales Ordenanzas. La Legión, además, tiene un código deontológico, el Credo Legionario, que para Millán-Astray es:
“Base espiritual de la Legión, médula y nervio, alma y rito de ella”
Los “Espíritus” que conforman el Credo Legionario son practicados a diario por los caballeros y damas legionarios, incluso en los momentos más comprometidos del combate. Un compendio de todos ellos fue demostrado en el encarnizado combate de Tizzi Azza, el 5 de junio de 1923, hace hoy 100 años, en la campaña de Marruecos. Veamos algunos ejemplos de estos valores, demostrados en una breve, pero sangrienta operación militar.
A principios de junio de 1923 el teniente coronel Rafael de Valenzuela Urzaiz, nuevo jefe del Tercio de Extranjeros desde el 15 de noviembre de 1922, se encontraba en Madrid organizando la recepción de la bandera de combate a la Legión. Una unidad expedicionaria de la Legión se encontraba ya en Algeciras para acudir al acto en Madrid. Pero todos recibieron la orden de reincorporarse urgentemente a Marruecos. La situación lo requería. El día 4 de junio de 1923 el teniente coronel Valenzuela está ya al frente de sus banderas, deseoso de entrar en combate.
“Mañana entrará el convoy en Tizzi Azza o moriremos todos, porque nuestra raza no ha muerto aún”.
En el collado de Tizzi Azza, a menos de 100 kilómetros de Melilla, los rebeldes rifeños cerraban el acceso a esta estratégica posición española. La gravedad de esta situación obligó al Ejército español a forzar el cerco y llevar a cabo un duro combate contra las tropas de Abd-el-Krim. Los convoyes de abastecimiento a las posiciones españolas eran atacados permanentemente, y sólo podían llegar a costa de duros combates.
Participan en la operación la I, II y IV banderas de la Legión, los Regulares y otras unidades. Se inicia el avance, el enfrentamiento es muy duro, el enemigo tiene la moral alta y se recibe mucho fuego que produce bastantes bajas. El teniente coronel Valenzuela, sabedor de la situación de sus fuerzas estancadas por el fuego enemigo desde los pozos de tirador perfectamente cubiertos a la observación y viendo que la situación se prolonga y está causando muchas bajas, decide ponerse a la cabeza de la II bandera, la que va en vanguardia, y ordena a su corneta de órdenes tocar dos veces contraseña Legión “legionarios a luchar, legionarios a morir” y “orden de ataque”. Se dirige a los legionarios, gorrillo en alto con gritos de:
“¡Viva España y Viva la Legión!, vamos a por ellos y el que quede irá a Madrid”.
Los legionarios avanzan a bayoneta calada en busca del cuerpo a cuerpo.
El Espíritu del legionario:
Es único y sin igual, de ciega y feroz acometividad, de buscar siempre acortar la distancia con el enemigo y llegar a la bayoneta.
Él mismo, pistola en mano, se lanza sobre las escondidas posiciones enemigas. Tras él, las fuerzas de la II bandera. Este alarde de fuerza, enorme, produce un efecto exponencial sobre la moral de los legionarios.
El Espíritu de disciplina:
Cumplirá su deber, obedecerá hasta morir.
Y quebranta la moral de los rifeños, que abandonan las trincheras y se convierten en blancos fáciles de las ametralladoras. Valenzuela recibe varios disparos y muere.
Los camilleros del Tercio intentan recuperar el cadáver del teniente coronel y mueren. Momentos más tarde, es abatido el alférez D. Pablo Sendra Font, con su sección y su vida y la de los suyos, evitó que los rifeños se llevaran el cadáver del teniente coronel Valenzuela.
El Espíritu de la muerte:
El morir en el combate es el mayor honor. No se muere más que una vez. La muerte llega sin dolor y el morir no es tan horrible como parece. Lo más horrible es vivir siendo un cobarde.
Dos días tuvieron que pasar para recuperar los cadáveres del jefe de la Legión y del resto de caídos. Alrededor del teniente coronel se encontraban muertos 4 oficiales y 66 legionarios que cayeron defendiendo el cadáver de su jefe.
El Espíritu de compañerismo:
Con el sagrado juramento de no abandonar jamás a un hombre en el campo, hasta perecer todos.
Estos hechos causaron gran conmoción en la sociedad española, como se demostró durante el traslado del cadáver del teniente coronel a Zaragoza, en su entierro en la cripta de la basílica del Pilar y en los diferentes funerales que se hicieron por toda España.
La Legión ya puede ir a Madrid a recibir su bandera de combate.
La bandera de la Legión:
"Será la más gloriosa, porque la teñirá la sangre de sus legionarios".
Estos hechos son una síntesis de los valores que predican los espíritus del Credo Legionario, son una muestra de generosidad hacia la Patria, donde todo lo material, se subordina en aras del servicio a España, a costa de perder lo más preciado y a sabiendas del sacrificio que tendrán que sufrir sus propias familias.