Cumbre del Clima Madrid 2019
La antigua civilización de los Nöbûąsãc en su tradición oral poseía una historia que narra la segunda visita de los dioses del universo.
"Legendo diras, ke la dioj, ĉe sia dua alveno al la planedo Tero, rimarkis, ke plenkreska viro, riĉa kaj riĉa, parolis kun infano de kelkaj jaroj. (...) Donita ĉi tiu mallonga sed sincera argumento Estonteco kaj Sentemo subtenis Esperanton. En ĉi tiu dua alveno la dioj al nia universo donis al ni unu lastan ŝancon".
“Cuenta la leyenda que los dioses en su segunda llegada al planeta Tierra observaron que un hombre adulto, pudiente y adinerado, hablaba con un niño de pocos años. Unos 3 o 4 años. El adulto le dijo al pequeño “¡Dibújame una flor!”. El pequeño con el dedo, con su diminuto apéndice que contenía en esos momentos la destreza absoluta del conocimiento y la sensibilidad, con unos trazos esbozó la figura de una abeja. El adulto un poco molesto con un tono entre ironía y prepotencia le indicó “¡No, no, te he dicho dibújame una flor!” y alzando el tono de voz como si el niño fuese un poco limitado intelectualmente o no comprendiste su idioma le recalcó “¡te he dicho dibújame una flor!”. Ante la insistencia del adulto el niño lo miró con expresión que combinaba la condescendencia con cierta tristeza.
En esta ocasión con unos trazos magistrales el niño plasma en la tierra unas gotas de lluvia cuyo líquido frescor trascendía dibujo. El adulto manifiestamente enojado le dijo al niño con voz severa y grave “¡No, no y no! ¿No entiendes niño? te he dicho ¡dibújame una flor!”.
El infante lo volvió a mirar esta vez con decepción y certidumbre. Volvió a intentar hacer comprender al adulto lo que intentaba explicar. Dibujó en esta ocasión unas dunas que abrazaban una tumba sin nombre. El adulto visiblemente molesto dio la espalda al niño y marchó protestando entre dientes.
Los antiguos dioses en esta segunda venida fueron testigos de estos hechos.
Esta situación convenció a los antiguos dioses de que debían destruir la Tierra y a la humanidad. Aquel hombre, como la inmensa mayoría de ellos, había demostrado su total falta de empatía con el medio natural que es lo mismo que decir con la propia humanidad. Quedaba un dios por votar, realmente una diosa. La Esperanza. Tenía la capacidad de poder anular una decisión consensuada si la Sensibilidad y el Futuro la apoyaban. Y en estos términos habló a todos los dioses, pero especialmente dirigiéndose a Sensibilidad y Futuro. “Si bien es cierto que el hombre en su madurez o vejez es incapaz de comprender la vida, o tal vez por haber alcanzado cierto grado de suficiencia vital pierde parte de su humanidad, no es menos cierto que cuando es un ser cargado de inocencia, sensibilidad, esperanza y futuro se convierte simple y llanamente en un principio universal repleto de posibilidades”. Ante esta breve pero sentida argumentación Futuro y Sensibilidad apoyaron a Esperanza. En esta segunda venida los dioses a nuestro universo nos regalaron una última oportunidad”.
La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 1992 en su artículo 3, entre otros argumentos, indicaba.
“3. Las Partes deberían tomar medidas de precaución para prever, prevenir o reducir al mínimo las causas del cambio climático y mitigar sus efectos adversos. Cuando haya amenaza de daño grave o irreversible, no debería utilizarse la falta de total certidumbre científica como razón para posponer tales medidas, tomando en cuenta que las políticas y medidas para hacer frente al cambio climático deberían ser eficaces en función de los costos a fin de asegurar beneficios mundiales al menor costo posible. A tal fin, esas políticas y medidas deberían tener en cuenta los distintos contextos socioeconómicos, ser integrales, incluir todas las fuentes, sumideros y depósitos pertinentes de gases de efecto invernadero y abarcar todos los sectores económicos. Los esfuerzos para hacer frente al cambio climático pueden llevarse a cabo en cooperación entre las Partes interesadas”.
Llegados a diciembre de 2019 se ha avanzado en ciertas medidas para luchar contra el cambio climático, pero se ha incidido con muchas más fuerza y tesón en destruir el planeta. No es necesario ser un seguidor de la hipótesis de Gaia de Lovelock y Margulis, formulada hace ahora cincuenta años, para percibir que estamos destrozando de una manera que está próxima a llegar al punto de no retorno nuestro planeta. Aún si el planeta Tierra en su totalidad funcionara como un súper-organismo capaz de modificar de forma activa su composición interna para asegurar su supervivencia se lo hemos puesto tan difícil que gran parte de las opciones para el futuro es abandonar el planeta y colonizar otros.
¿Entenderían ustedes colapsar de basura su casa, destruir el sistema de saneamiento atorando el inodoro, dejando los grifos abiertos consumiendo agua todo el día y anegando las distintas habitaciones, destruir la instalación eléctrica y provocar cortocircuitos e incendios y finalmente abandonar la casa para irse a vivir a otra con peores prestaciones y con un contexto social y natural absolutamente diferente? Para la mayoría, la totalidad de la gente, esta pregunta no tiene sentido y es ridícula. Sin embargo, cuando trasladamos esta cuestión al planeta Tierra, a la naturaleza y su medio ambiente nos comportamos exactamente como describe la pregunta. ¡Y a pocas parece importar! Pero peor aún es que los gobiernos no se impliquen con la intensidad, contundencia y eficiencia necesaria. La Eurocámara en un alarde visionario declara la emergencia climática, convirtiéndose Europa en el primer continente donde se aprueba una resolución relacionada con el medio ambiente advirtiendo de la obligación de actuar con celeridad. ¿No se está actuando con rapidez? ¡Por favor si desde la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático solo han transcurrido 27 años!
En artículos de prensa podíamos leer como Europa dotaba de solemnidad a la ambiciosa agenda conque pretende combatir el preocupante deterioro del medio ambiente. Y que la resolución había sido ha aprobado con 429 votos a favor, 225 en contra y 19 abstenciones una resolución en la que señala que el planeta vive una “emergencia climática”. ¿De veras 225 europarlamentarios votaron en contra y 19 se abstuvieron? ¿La política no debe solucionar problemas? Creo, y me parece no estar errado, que a la mayoría de la gente y por supuesto al planeta, vuelvo a reunir aquí tanto a las que creen en la hipótesis Gaia como a las que no, poco le importa que el término sea emergencia o urgencia. Pues la realidad es la que es.
El Grupo Popular Europeo admitía que la humanidad se acerca “al punto de no retorno”, pero para dar su apoyo reclamaba sustituir la palabra “emergencia” por “urgencia”, una forma rebajar un nivel de alarma que consideran exagerado. Urgente es que se lo hagan mirar y que la ciudadanía reflexione sobre este proceder y estos oscuros personajes y emergencia es que no tengan la posibilidad de seguir frenando y ralentizando la lucha contra el cambio climático y la defensa de la naturaleza. Relean por favor el apartado 3 del artículo 3 anteriormente expuesto. Quizás es mucho suponer por mi parte que los y las eurodiputadas que no votaron a favor conozcan al menos la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
El tema es suficientemente importante, sensible y trascendental como para requerir un mayor, específico y concienzudo análisis. Así será. No quisiera concluir sin dar un dato de “andar por casa” relacionado con el tratamiento que el hombre dispensa al medio ambiente, y por consiguiente, aunque no queramos verlo, a nosotros mismos. Debido a la polución siete millones de personas fallecen cada año, según el último informe de la OMS. Nueve de cada diez personas respiran aire contaminado. El aire contaminado es responsable de enfermedades respiratorias y cardíacas, pero, además, se acaba de descubrir que también repercuten en otras patologías, como septicemia, obstrucción intestinal o fallo renal. ¡Y lo qué queda por venir!
Más allá de “emergencia” o “urgencia”, entendiendo lo que se pretende desde algunas fuerzas políticas, pero NO COMPARTIÉNDOLO NI DEFENDIÉNDOLO, está un término que considero define la situación “obligación”. Término femenino que se define como la “Exigencia establecida por la moral, la ley o la autoridad” y también como la “Correspondencia o gratitud que una persona debe tener y manifestar a los beneficios recibidos de otra persona” en nuestro caso sería la gratitud hacia nuestro planeta y todas las personas que así lo entienden y lo defienden.
No quisiera concluir sin unos versos que nos hagan reflexionar y sentir. Recurriré en esta ocasión a Robert Frost.
“Un pájaro menor”
He deseado que un ave se alejara
Con su canto monótono del umbral de mi casa.
Desde la puerta le he batido palmas
Cuando creí que ya no lo aguantaba.
En parte debió ser mía la culpa.
El mal no era del ave con su música.
Y por cierto ha de haber algún error
En querer acallar cualquier canción.
¿Por qué insistimos nosotras en el error?