La ciudad tecnológica
Ceuta es una ciudad tecnológica.
No, no, disculpen, lo que digo es que Ceuta será una ciudad tecnológica.
Esperen, no, un momento, lo que quiero decir es que se va a trabajar para intentar que sea una ciudad tecnológica.
¿Seré tonto? Lo que de verdad quería decir es ¡qué bonito sería que fuésemos una ciudad tecnológica si los astros se alinean!
Eso es, mucho mejor, ahora sí.
Ya tenemos una nueva golosina, un nuevo opio del pueblo que nos anestesia, una nueva estrella fugaz de destellos fulgurantes que nos deja extasiados. Porque no se confundan, no es una mera expectativa, lo tenemos todo para conseguirlo. Tenemos un capital humano preparado y formado, tenemos un acceso inmejorable a las redes de alta velocidad, tenemos una gestión energética fabulosa que nos garantiza un suministro sin cortes, tenemos un sistema aduanero integrado perfectamente con el resto de Europa y una normativa que nos permite el tránsito de mercancías ágil, seguro y sin burocracia, tenemos una recepción de paquetería y envíos por internet que es la envidia de toda España, y tenemos sobre todo unos mandos técnicos intermedios y altos con unos sueldos muy competitivos, como en cualquier empresa privada en alza. ¿O esos jugosos sueldos son de consejeros y directores generales y gerentes municipales? No sé, quizás me haya equivocado, deben disculparme. A veces no controlo el sarcasmo.
Cuando leemos o escuchamos las declaraciones políticas las encontramos tan melodiosas, tan esperanzadoras, tan bien construidas sintácticamente que llegamos a pensar, fíjense lo que les digo, ¡que son verdad!
No, no estoy exagerando. ¿No se acuerdan lo bien que sonaba en marzo de 2019 cuando el consejero de Fomento nos aseguraba que antes del final de la legislatura (de la anterior, claro), estaría aprobado el PGOU? ¿Y qué me dicen cuando ¡a finales de 2016! se nos trasladaba la certeza también desde Fomento de que el PGOU estaría aprobado durante 2017 porque ya estaban listos todos los informes pertinentes? ¿Y qué me dicen cuando antes, en 2015...? Mejor dejémoslo, que me pongo nostálgico al ver qué mayores nos estamos haciendo.
Dejando el sarcasmo a un lado, la retórica sobre nuestro futuro económico, se ha convertido en todo un arte en esta ciudad. Cuando nos hablan de la metamorfosis que vamos a sufrir, cuando nos hacen un ridículo análisis de nuestras fortalezas y debilidades sin ser absolutamente sinceros en el análisis previo de nuestra situación es cuando una declaración se convierte un humo parecido al de la chimenea de la planta eléctrica de la estación, quién sabe si tóxico, pero sí muy negro.
Hace un año escribí un artículo analizando precisamente nuestras fortalezas y debilidades y me doy cuenta de que no ha cambiado en nada el trasfondo de lo que escribí, a pesar de la pandemia. Estoy un poco cansado de tanta mentira, para qué andarme por las ramas, y pienso que es una necesidad vital empezar a desenmascarar y desterrar el discurso de esa mentira en la que nos hemos instalado.
Para empezar, es mentira que nuestra situación económica se deba principalmente a la pandemia. Eso no es cierto, nuestra situación económica viene de antes. Es innegable que las restricciones nos afectan a todos, también a empresas como las agencias de viaje, gimnasios o establecimientos de hostelería. Pero el gran caballo de batalla, la realidad de nuestra situación económica se debe a nuestra inacción política en política económica durante décadas y a la crisis de la frontera con Marruecos.
No somos una ciudad turística. Nos gustaría serlo, pero no lo somos. Somos ante todo una ciudad funcionarial, subvencionada, y en segundo lugar una ciudad comercial y de servicios. La inmensa mayoría de comercios y negocios que cierran hoy en Ceuta lo hacen por el derrumbe de la afluencia de clientes marroquíes con poder adquisitivo. Los establecimientos comerciales y grandes franquicias han visto desplomarse sus ventas y vemos cómo las persianas están echando el cierre. Los establecimientos de hospedaje y hoteleros no tienen a esos clientes de fin de semana que venían a la ciudad a hacer compras desde el país vecino. El “polígono empresarial” de naves del Tarajal, además es hoy un erial.
Esta ciudad tiene y ha tenido durante muchos años una gran y enorme ventaja que no tiene ninguna otra ciudad española, excepto Melilla. Esa ventaja es Marruecos. Nuestra economía y la economía de la zona norte de Marruecos siempre han estado interconectadas, pero nunca hemos sabido reconducir esa relación de manera legal y regulada y tampoco nuestro gobierno se ha preocupado en trabajar por hacerlo. Tenemos una miopía crónica sobre este hecho. Y ahora, cuando las decisiones unilaterales de Marruecos se han convertido en una amenaza, no ha habido ningún tipo de gestión, de canales de negociación, de proceso integrador que nos defendiera, que paliara esta situación tan perjudicial. Ni desde el Gobierno de Madrid, ni desde Bruselas se ha trabajado para intentar solucionarlo, para acercar posturas y abrir un nuevo escenario de cooperación.
Por nuestra parte, desde la ciudad tampoco se ha ayudado precisamente, no se han realizado peticiones formales ni se han producido reuniones entre las partes implicadas, ni se ha elevado solicitudes a Europa para que intercediera. Al contrario, se han lanzado eslóganes políticos infantiloides y ultranacionalistas del tipo “más Europa y menos Marruecos” en un arrebato de pataleta, de orgullo patrio mal disimulado. Y lo verdaderamente paradójico es que quienes lo esgrimen son personas que reciben un salario público garantizado, personas que no dependen de los ingresos de un negocio para recibir una nómina a final de mes, ajenos a las consecuencias tan negativas de nuestra realidad económica.
Ese es nuestro drama, nuestro auténtico drama, que quienes nos dirigen no saben lo que es depender de la actividad económica para subsistir. Y esa es la gran mentira de esta ciudad, la mentira en la que una gran parte de la población vive instalada.
Enfocar ahora nuestros esfuerzos hacia Europa es algo imprescindible, no debemos tener ninguna duda, pero también lo era antes de que se cerrara la frontera, y no se hizo. Reestructurar nuestra economía y diversificar nuestra actividad ha sido siempre una prioridad. Pero ahora nos vemos instalados en una carrera contrarreloj en la que queremos subirnos al carro de la integración económica con el resto de Europa vía empresas del juego online, vía empresas digitales, sin estar realmente preparados para ello. Agitamos en el aire unas ventajas fiscales como si fuésemos charlatanes de feria, pero sin haber construido unos cimientos económicos y normativos sólidos previos, sin haber avanzado en una Unión Aduanera, sin haber tocado nuestro estatuto de autonomía y, lo más importante, sin haber solucionado el mayor problema de nuestra ciudad, que es el sobredimensionamiento de la administración local y el despilfarro de recursos públicos.
Si a todo esto le sumamos que, erróneamente, estamos menospreciando la verdadera gran oportunidad de negocio que siempre nos ha definido, probablemente estemos en presencia de una nueva ilusión óptica, esta vez digital..., ¿O debería decir electoral?