El recorrido peligroso en la vida de muchos inmigrantes

Wuppertal (Alemania). Serial: Un español en Alemania cap. nº 157

Björn Láczay
Björn Láczay

Escribir sobre inmigrantes es la mayor acrobacia que puede realizar un escritor, la acrobacia, la música y la luz, son los elementos que utilizo en “Un español en Alemania” para mostrar al mundo entero la travesía que recorren los inmigrantes.

El espectáculo "Un español en Alemania" lleva dos años en actividad. Yo José Mateos Mariscal, pensé cuando emigré de España a Alemania, hace nueve años me sorprendió la falta de diversidad en los escenarios alemanes y españoles escenificando historias de migrantes. “Un mensaje a la prensa diaria española necesitamos más reportajes y menos gritos”. En mi serial "Un español en Alemania", explico siempre, que he querido contar la historia de los migrantes españoles en Alemania. Siempre estoy usando el arte para contar historias que nadie se atreve a contar pero que son reales. Quiero mostrar la historia para humanizar a la comunidad española inmigrante en Alemania.  Yo digo que la inmigración no pasa por capricho, pasa por necesidad, comento siempre en mi serial. Y si la gente se pusiera a pensar en eso, yo creo que miraría a las personas inmigrantes desde otro punto de vista.

La pandemia para los multimillonarios Alemanes

Los multimillonarios alemanes incrementaron más 5 billones de euros a sus fortunas durante la pandemia, según la Oxfam en Alemania, lo que, exacerbó la desigualdad económica a medida que la pandemia empujó a millones de personas inmigrantes en Alemania y en todo el mundo a la pobreza.
Usando datos compilados por Forbes, Oxfam Alemania,  dice en un nuevo informe que la riqueza total de los multimillonarios alemanes saltó de 8,6 billones en marzo de 2020 a 13,8 billones en noviembre de 2021, un aumento mayor que en los 14 años anteriores combinados. Los 10 hombres más ricos de Alemania vieron cómo su riqueza colectiva se duplicaba con creces, con un aumento de 1.300 millones de euros al día.

Recordar para que la historia no se repita

En las grandes ciudades alemanas se ha vuelto escaso el espacio habitable asequible; los precios del alquiler, en plena explosión, empujan a la periferia urbana a la población con ingresos bajos. El problema no es nuevo: ya en las décadas de 1970 y 1980, en Alemania se luchó contra los inversores con encono, casa por casa.

En la República Federal de las décadas de 1970 y 1980, los ciudadanos, a veces empleando medios bastante drásticos, se aprestaron a defenderse contra inversores y alzas en los precios del alquiler. Ocupaban edificios vacíos y no dudaban en exponerse a combates callejeros con la policía. De los apuros de personas concretas surgió así el movimiento okupa, activo en todo el país e influyente a largo plazo en la planificación urbanística alemana.

Cuando los sin techo se pusieron a buscar vivienda

El punto de partida del movimiento fue, a finales de los años 60, la ciudad de Fráncfort del Meno, que era, y sigue siendo, la capital financiera de Alemania. Como el resto del país, Fráncfort también celebraba las consecuencias del milagro económico, y los políticos y responsables urbanísticos tenían interés en que el centro urbano antiguo se volviera atractivo para la inversión. Bancos, aseguradoras y grupos inversores habían colonizado ante todo el distrito de Westend, una ubicación óptima para sus oficinas al tener buena conexión con la estación central de trenes y el aeropuerto.

Hasta el siglo XIX zona residencial de la alta burguesía, Westend había acogido durante la postguerra a mucha gente sencilla, inquilinos que ahora suponían un obstáculo para los planes de invertir en la construcción. El objetivo era invitarlos a la mudanza, a veces con medios drásticos, que iban desde omitir labores de mantenimiento, hasta el puro sabotaje cuando los propietarios dejaban a propósito que sus edificios se vinieran abajo. Si los inquilinos terminaban rindiéndose al agobio, se autorizaba el derribo de las construcciones y su sustitución por edificios de uso mercantil y oficinas. La consecuencia fue una enorme escasez de espacio habitable.

Ante la amenaza de quedarse sin techo, hubo trabajadores inmigrantes de todas nacionalidades, familias y estudiantes que se acomodaron en los edificios vacíos, ya desalojados, que aguardaban aún la demolición, y así fue como, en el otoño de 1970, se hicieron las primeras ocupaciones en la República Federal de Alemania.

Aun cuando estas primeras ocupaciones habían surgido de la pura necesidad más que de una convicción política, apuntaban a la clave de la época: ya un año antes se había fundado la “Comunidad para la Acción en Westend” (AGW), una iniciativa ciudadana que pretendía actuar a favor de que se conservaran las estructuras arquitectónicas de Westend y frenar la expulsión de la población. Muchos vieron en las ocupaciones de casas un medio de protesta. El movimiento recibió un amplio respaldo de la población, y ello no solo entre organizaciones juveniles izquierdistas y estudiantiles, sino también por parte de iglesias y sindicatos, amplios sectores del periodismo y de la pequeña burguesía, y la población trabajadora inmigrante de Fráncfort.

En 1971, el desalojo policial programado en un edificio ocupado en la avenida Grüneburgweg se convirtió en la primera gran batalla callejera en Westend, a la que habrían de seguir otras muchas. De defender a los habitantes de los edificios se encargó el denominado Putzgruppe, el “Grupo de la limpieza”, que reunía a varones de orientación política izquierdista armados con palos que buscaban el combate directo con la policía en las calles. Uno de los luchadores callejeros más notorios fue Joschka Fischer, que se convertiría más tarde en dirigente de los Verdes y Ministro de Asuntos Exteriores.

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