Una bandera ha ondeado siempre en nuestras murallas, indicando a las claras dónde empezaba España en el norte de África. Pero no siempre ha sido la misma.

Hoy cumple años la bandera de España: 175 años desde que Isabel II la generalizó como enseña nacional. La misma que lleva más de 230 años, de la mano de Carlos III, siendo el pabellón de guerra de la Armada española. Este rey con un sentido eminentemente práctico (que se distinguiese bien en la lejanía) y dejando de lado sus colores dinásticos (la bandera blanca de los Borbones con el escudo real) convirtió los del reino de Aragón en los colores nacionales. Por eso, durante un largo periodo, la rojigualda se completaba con un escudo con los cuarteles exclusivamente de Castilla y León.

Popularizados durante la guerra de Independencia, fueron los de las Cortes de Cádiz y la milicia nacional. La bandera de los liberales y el progresismo. Isabel II, en su decreto de 1843, sólo los oficializó.

Fue la II República, que no la Primera, la única que cambió sus colores. Para muchos innecesariamente: tenían ganas de una tricolor a la francesa. La sublevación y guerra civil, cuarenta años de franquismo y cuarenta de democracia plena nos ponen en los días que estamos viviendo.

Un supino analfabetismo histórico, cuando no puro catetismo, insiste por la derecha en apropiarse de la rojigualda; mientras la izquierda, que ya ni sabe por qué se añadió una banda morada ni qué representa, sigue queriéndose identificar incomprensiblemente con la tricolor. Con ella por delante, y a las órdenes de un legítimo presidente de la II República, el

general Franco dirigió la represión militar de la sublevación asturiana de 1934. ¿No conocen su historia?

En 1977 Santiago Carrillo, Secretario General del Partido Comunista, lo dejó claro: «La bandera rojigualda es la bandera de España y España no son los reaccionarios». Nuestra bandera no representa un régimen político sino el país o, mejor, la nación. La BANDERA NACIONAL identifica tanto a los ciudadanos como a lo que nos hace ciudadanos.

Como símbolo, se ha mantenido en una lejanía expresada en su carácter “oficial” que la reserva a solemnidades equiparables en importancia a lo que representa. La Bandera habitualmente sólo aparece en momentos especiales. Sólo los nacionalismos colgaban ikurriñas y senyeras de balcones o las llevaban en la maleta. El patriotismo español no es muy de banderas. No hace falta demostrarlo. O mejor, hay que demostrarlo cuando hace falta.

Por eso, en este cumpleaños de la bandera, dedico estas líneas a nuestros compatriotas CATALANES. Ellos son los que están sosteniendo la Bandera donde es necesario. Son los que defienden y exhiben los colores nacionales donde, por hacerlo, se corre el riesgo de que energúmenos te increpen, te escupan o directamente te agredan. Energúmenos no porque piensen distinto, sino porque no permiten que otros lo hagan. Es allí donde hace falta defender, frente a este nuevo totalitarismo, los valores que se reflejan en la rojigualda.

Paseen banderas o cuélguenlas en sus balcones pero homenajeen con ello a quienes nos dan todo un ejemplo: los catalanes que tienen el corazón tan grande que en él les caben todas las banderas.

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