Las mujeres como sujetos constitucionales
Se habla mucho de la Constitución, pero son pocas las personas que la respetan y muchas las que la usan según el momento, el antojo o la conveniencia. Pero no voy a mencionar a esa parte de la población, ahora reflejada en un partido político, que actúa bajo el prisma de la involución antidemocrática. Lo que hoy voy a evidenciar, además de volver a recalcar mi profunda admiración por una época constituyente y transformadora, que supo poner orden a la sinrazón, por medio del diálogo y el entendimiento mutuo, es el deber de dar lugar y espacio a las mujeres.
Necesitamos adaptar la Constitución a los nuevos tiempos, dando mayor firmeza a nuestro sistema político, solucionando los problemas territoriales, apostando por un sustento electoral más justo y brindando la transparencia y los derechos sociales.
Muchas de las grandes complicaciones que tenemos hoy en el Congreso, así como los problemas y desajustes de sociedad, encontrarían un camino con la reforma de la Constitución, tan nombrada y debatida, pero nunca afrontada y analizada con la suficiente solvencia política que demanda la actualidad. Eso sí, ese proceso constituyente tiene que ser valiente e incompatible con cualquier vestigio patriarcal.
Para poner un poco de antecedente, la carta magna cita únicamente dos veces a las mujeres, en el artículo 32, derecho a contraer matrimonio, y en el artículo 57, al establecer la prelación del hombre sobre la mujer en el acceso a la jefatura del Estado. El principio de igualdad entre hombres y mujeres del artículo 14 se complementa con el artículo 35, que habla del derecho al trabajo, a la remuneración y a la promoción, con expresa referencia de la discriminación por razón de sexo. No hay nada más porque en 1978 la igualdad respecto a los hombres se daba por hecha, evidentemente nada más lejos de la realidad, puesto que la Constitución en sí era una enmienda a la totalidad del propio artículo 14. De ahí que nuestras compañeras feministas de la época lo recalcaran.
Ahora se lo debemos a ellas, no únicamente a las constituyentes, sino a todas las organizaciones que se manifestaron para que se las tuvieran en cuenta, puesto que los debates acalorados de entonces estaban dedicados mayoritariamente a la identidad territorial, a la forma del Estado y a las libertades civiles. Y era impensable que en aquella época alguien creyera en la igualdad de género como un derecho incuestionable a consagrar.
Por eso, ahora es el momento. Sé que el Congreso está demasiado polarizado e inestable para llevar a cabo grandes reformas políticas, pero si hay un resquicio para tocar la Constitución hay que introducir fórmulas más concretas para la plena igualdad entre los hombres y las mujeres. Hay que hacer justicia a la discriminación histórica que siempre nos ha encharcado y arriado.
Pero no únicamente hay que hacerlo por decencia y por la deuda del pasado, hay que hacerlo porque la desigualdad que padecen las mujeres sigue siendo profunda en el mundo laboral, en el reparto de las responsabilidades y los cuidados familiares, o en su grado extremo, en los asesinatos machistas.
Por tanto, hagamos una Constitución feminista desde la perspectiva de género, que incluya el principio de paridad democrática en todos los procesos y órganos decisorios. Que hable del derecho a la educación y la obligatoriedad de incorporar una materia de igualdad. Una Constitución que asegure los derechos sexuales y reproductivos, la protección laboral y salarial, y el derecho a una vida libre de violencia de género.
Y, sobre todo, que dejen de estar vetados los debates sobre la monarquía y la iglesia católica.
El pasado, el presente y el futuro reflejados en el feminismo. Y si existe alguien a quien le chirríe este concepto, es que no sabe lo que es o tiene miedo a la pérdida de privilegios.
“El feminismo es un conjunto heterogéneo de movimientos políticos, culturales, económicos y sociales que tiene como objetivo la búsqueda de la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, y eliminar la dominación y violencia de los varones sobre las mujeres y de los roles sociales según el género, además de una teoría social y política. La influencia del feminismo ha conseguido cambios en ámbitos como el derecho a la educación, el voto de la mujer, el derecho al trabajo, o los derechos reproductivos, entre muchos otros”. (Wikipedia)