Historias o ¿Lecciones para la vida? La ira
El día era claro con aromas primaverales, sin embargo, grises nubarrones amenazaban con estropearlo. No solo la mañana se tornaba gris y plomiza, el clima social artificialmente estropeado llevaba tiempo con tonalidades pardas rayando con el azabache.
Paseaba de regreso a casa, absorto en mis pensamientos, cuando al torcer la esquina de la farmacia casi me doy de bruces con Soul.
- “¡Qué alegría querido amigo! ¿Cómo se encuentra?”
- “Pues bastante bien, teniendo en cuenta que he estado a punto de sufrir un accidente debido a sus distraídas acciones, que por suerte no ha ocurrido”
Me disculpé avergonzado, Soul llevaba razón.
- “¿Qué le atribulaba joven?” pregunto cortésmente Soul.
- “Es…, que cada día comprendo menos a parte de mi país y no consigo asimilar tanta ira como parece invadir a algunas personas. Especialmente políticos”
- “Permítame que le haga varias apreciaciones. Comprender es percibir y tener una idea clara de lo que se dice, se hace, o sucede o descubrir el sentido profundo de algo. Por lo que entiendo que no comprenda, pues es imposible descubrir el sentido más profundo de lo que refiere, dado que nos referimos a acciones de odio. Aquí mi segunda apreciación, las actuaciones que le inquietan o angustian no están relacionadas con la ira, sino directamente con el odio. En cómo engendrarlo, hacerlo anidar en rincones oscuros del alma, potenciarlo y transmitirlo. ¡Eso si es una enfermedad y tristemente ya es pandemia! Existe desde el principio de los tiempos, pero la civilización lo tenía más o menos encerrado y más o menos controlado. En su país, desgraciadamente se le han abierto las puertas y proporcionado la libertad…”
- “Dos cosas Soul, una es ¿quién lo ha dejado libre? y otra ¿me puede explicar la diferencia entre odio e ira?” interrumpí impulsivamente.
- “¡Menudo ímpetu! Veo que realmente te preocupa el tema. No podemos responder a la primera pregunta sin solucionar la segunda y no podemos acercarnos mínimamente a esa solución si no diferenciamos previamente entre emociones y sentimientos…”
- “¡Son básicamente lo mismo! No hay que …”
Soul no dejó concluir la frase a Nomar y le recriminó su actitud, indicándole que no lo reconocía en esa impaciencia casi pueril. Que debía serenarse, pues la serenidad es una de las principales herramientas para intentar desmantelar las estructuras en las que se sustentan el odio. Pidiéndole por favor paciencia para dejarle concluir sus explicaciones, ya que eran fruto de sus propios interrogantes.
- “¿Por dónde iba? se interpeló a sí mismo Soul.
- “¡Ya recuerdo, diferenciar emociones y sentimientos!” dijo alegre Soul antes de continuar.
- “Cada persona ante los estímulos externos reacciona, habitualmente, de una manera concreta. El conjunto de respuestas neuroquímicas y hormonales que nos predisponen a reaccionar de dicha manera es una emoción. Por ejemplo, su novia al ver una cucaracha o usted ante la simple intuición de la posible presencia de una araña. La ira es una emoción. Son por tanto temporales, es decir, mantenidas en el tiempo en tanto y cuanto el estímulo que ha dado pie a que aparezcan, exista o se recuerde nítidamente. A veces permanecen dormidas en el inconsciente hasta que algo las hace estallar. Existen cinco emociones primarias, las que compartimos con parte del reino animal, aunque en un futuro no tan lejano se descubrirá que es con una inmensa parte. Son el miedo, el amor, la felicidad, la tristeza y la ira, que en función de la intensidad de la reacción, puede quedar reducida al enfado. Las emociones son generadas por el sistema límbico, conllevando siempre una acción y una respuesta neuroendocrina. Cumpliendo con la etimología del término. La palabra emoción proviene del latín emotio, emotionis, que se deriva del verbo emovere. Formado sobre movere (mover, trasladar, impresionar) con el prefijo e-/ex- (de, desde) y significa retirar, desalojar de un sitio, hacer mover. Indicando movimiento hacia, lo que implica irresolublemente acción. Las emociones, amigo mío, son como un fogonazo. Una explosión inmediata de energía en un contexto concreto o particular. Comienzan y acaban. Durará más o menos, pero desaparecerá. Permaneciendo agazapadas para cuando se den las circunstancias adecuadas, o nuestro cerebro crea que se dan, reaparezcan. Son inmortales, eso sí”
- “¿Me permite interrumpirle?”
- “Se lo permita o no ya lo ha hecho. Dígame”
- “¿No cree que me está dando una lección de medicina?”
- “Le noto hoy …, irreverente, ¡sí, irreverente! No sé qué le ocurre, pero está demostrando un comportamiento absolutamente inusual en usted. Si estuviera haciendo lo que comenta le habría nombrado a Paul Broca o James Papez, explicado el sistema límbico o la relación de éste con el hipocampo y éste a su vez con el hipotálamo. O señalado la importancia absoluta de éste último con las emociones. O descrito los diferentes ejes neuroendocrinos. O…. Espero se percate de lo insolente e injusto que ha sido su comentario”
- “Lleva razón, no sé cómo disculparme. Estoy desde hace unos días muy tenso. Entre el confinamiento por la COVID-19 y la actitud de estos salvapatrias, llenando de estiércol el campo previamente sembrado de odio para que germine no sé qué tipo de monstruosidad. Puesto que, aunque aún no ha desarrollado el tema del odio ya me ha quedado claro que no es ira y erré en la expresión expuesta en mi primer comentario”
- “Pues antes de aparcar el tema de la ira, momentáneamente, y comenzar con el odio me gustaría citar a Mark Twain, ‘La ira es un ácido que puede hacer más daño al recipiente en el que se almacena que a cualquier cosa en la que se vierte’ Como verá es una emoción poco recomendable que se debe aprender a controlar”
- “Ya lo decía elocuentemente un gran poeta de la antigüedad Soul. ‘La ira es una locura de corta duración’. Horacio (65 AC-8 AC)”
- “Posiblemente las palabras de un coetáneo suyo, otro gran poeta romano, Ovidio (43 AC-17) sean más precisas con respecto a la ira, decida usted, decían así:
‘No os entreguéis por demasiado a la ira; una ira prolongada engendra odio’.
Continuará ….