“COVID-19. Un nuevo orden no es solo posible sino imprescindible”
COVID-19 ¿enfermedad o hay tantos intereses detrás como gotas en el mar? VII
“Tratemos de enseñar la generosidad y el altruismo, porque hemos nacido egoístas. Comprendamos qué se proponen nuestros genes egoístas, pues entonces tendremos al menos la oportunidad de modificar sus designios, algo a que ninguna otra especie ha aspirado jamás.” “El gen egoísta” Richard Dawkins.
₴ ¿El dinero lo arregla todo o por el contario lo estropea? III
El dinero es un instrumento nada más. Un instrumento para normalizar el intercambio como forma de expresar una actividad cultural y social en una sociedad avanzada. El problema radica en el hombre. Cuando lo convertimos en elemento de control y manipulación. Siempre ocurre esto con cualquier ámbito sociocultural de la vida en comunidades complejas dígase, política, religión, educación/formación, etc Aquí podríamos enlazar con los diferentes conceptos e ideas sobre los mercados. Desde el mercado regulado, hasta el subordinado-colectivista pasando por el autorregulador. Muy sucintamente nos referimos a:
† Mercado regulado: es el que de alguna forma se encuentra supervisado o controlado por el gobierno a través de algún organismo público o desde las autoridades. Por ejemplo, se controla el suministro, los precios y/o la producción de una actividad comercial concreta como ocurre en nuestro país con el mercado eléctrico.
† Mercado subordinado-colectivista: propio de regímenes totalitarios, el gobierno lo dirige todo, supervisado por el dictador de turno, controlando la producción y asignación de recursos. Cualquier estructura o mecanismo socioeconómico, o de cualquier otra índole, se encuentran supeditados y al servicio del Estado, personalizado en el sátrapa ególatra correspondiente.
† Mercado autorregulador: es el que posee capacidad de autorregulación sin intervención por parte de los Estados. Se identifica con el libre mercado siendo sus objetivos el aumento de los beneficios y la mejora del propio sistema. Solo rigen aquellas normas y medidas que ayuden a asegurar la autorregulación del mercado al crear condiciones que hagan del mercado el único poder organizador en la esfera económica. Para algunos autores no es más que un tipo de mercado desregulado. Pues las esferas económica y política deben estar totalmente separadas.
Todas somos conscientes de que, en el siglo XXI y anteriormente, lo que existe es única y exclusivamente la esfera económica, en cuyo centro se encuentra el poder económico y envolviéndolo los mercados todos girando a gran velocidad como una única entidad muy bien avenida. Al colocar al ciudadano sobre una sección de esta esfera, que continúa girando, experimentará dos tipos de fuerzas una real o centrípeta que le atrae hacia el centro, la Economía, y otra imaginaría que la aleja del centro, centrífuga. El problema surge cuando los efectos de esta segunda fuerza ¡qué sí son muy reales se hacen sentir! Y se agravan de forma superlativa cuando la fuerza centrípeta tiende a desaparecer y solo nos que la centrífuga, es decir, sus efectos. Que son los reales. Aquí nos quedaríamos con el dilema de si la fuerza centrífuga se convierte en real o por el contrario es la mayor mentira de la historia, aunque sus efectos sean extremadamente reales. Esbozo de la teoría newtoniana aplicada a los mercados. En otro momento tendré tiempo de hablar sobre ella.
Por lo que la política y los distintos sistemas democráticos creados no son más que una quimera para hacernos comulgar con ruedas de molinos. La existencia subyugada al poder económico. Si bien en España parece haberse abierto una puerta que señala la salida a la austeridad invitando a entrar a la solidaridad. Estaremos muy atentos.
Esta crisis sanitaria no puede ser el pretexto que justifique la crisis económica mundial que existe, no es que nos venga ¡es que ya existe! y es estructural y endémica del capitalismo. Sustentada en una enfermedad que, convertida en epidemia si no pandemia, es la corrupción política.
En las actuales circunstancias, aunque debería haber sido desde siempre, lo primordial es proporcionar a nuestra gente una seguridad socioeconómica que les garantice que no van a ser nuevamente excluidas de la sociedad. Los Gobiernos y las instituciones mundiales no deben repetir los errores cometidos tras la anterior crisis económica, 2007-2008. Y el gobierno español menos aún. No creo que el empuje de Podemos lo permita, entendiendo que sin la buena intención del PSOE no sería posible. Y no siendo tan inocente como para no saber que en la actual situación política otra opción supondría una crisis tan grave que sería prácticamente imposible gestionar sin pasar por las urnas.
Todos, y en particular los Gobiernos, deberíamos dejar de mirar a la Bolsa o bolsas y dejar que el mercado o los mercados se autorregulen por una vez en su vida. Que el sector financiero se ajuste a lo que la mayoría de sus profesionales afirman creer que es, un mercado sin distorsiones ni la intervención directa del Estado. Mientras que los Estados a través de sus gobiernos deberían proporcionar a la gente corriente los medios para mejorar sus vidas y la ayuda necesaria en tiempos de crisis. Garantizarles una seguridad económica mínima. La figura de la renta básica, ya sea en forma de universal o de emergencia social, emerge con toda su potencia. Dije en un anterior artículo que a los gobiernos, estén quienes estén o estemos quienes estemos, siempre hay que exigirles más. Creo que ha llegado el momento de que España sea pionera, real, en la creación y administración de una renta universal cuyos mecanismos e instrumentos deben surgir ya al amparo del coronavirus. Como mínimo se debería establecer esta forma asistencial en tanto en cuanto dure la crisis y sus efectos, aunque sea en forma de experimento como hizo Finlandia. No es eso lo que pido. Soy más exigente. Tan solo indico que, como mínima expresión de equidad social y de comienzo de andadura hacia una España con un auténtico estado de bienestar, sería necesario el desarrollo de estas acciones.
La renta básica podría financiarse igual que se financió la expansión cuantitativa, cuando el Banco Central Europeo compró activos financieros (tanto públicos –letras del Tesoro, bonos del Estado…– como privados –bonos, activos hipotecarios, titulizaciones…–) a agentes privados. Creando dinero y usándolo para comprar, por ejemplo, bonos españoles a fondos de pensiones cualquieras. El fondo de pensiones poseía un bono público que se convirtió en dinero contante y sonante tras la compra. Su financiación debiera también apoyarse en una nueva serie de impuestos de naturaleza ecológica y medioambiental, como, por ejemplo, un impuesto al carbono, etc. No solicito nada irrealizable, de hecho, es perfectamente asumible.
La asunción de esta medida por parte del gobierno español, si se gestiona bien, permitiría el cambio drástico, de manera favorable, de los paradigmas socioeconómicos existentes desde la revolución industrial. Nos permitiría luchar contra la crisis sanitaria evitando la obligatoriedad de ir a trabajar por no tener ningún ingreso más que los asociados a nuestra fuerza de trabajo. Evitando riesgos de contagio de la enfermedad y protegiéndonos tanto a nosotros como a nuestros familiares y a la propia sociedad. Y desde un punto de vista pragmático evitaríamos gastos médicos al Estado. Nos permitiría actuar contra la crisis medioambiental mundial, a través de impuestos del tipo “¡quién contamina paga!” o ¡porque puedes contaminar invierte en tecnología respetuosa! Llegando incluso a potenciar un tipo de economía socioambientalmente sostenible, la economía circular. Nos permitiría tener la posibilidad de modificar los hábitos familiares y sociales tan perniciosos que nos impiden pasar tiempo con nuestros seres queridos y amigos. Cosa que de forma transversal nos llevaría, de nuevo, a la economía circular al pasar más tiempo en nuestra comunidad cercana. Estas situaciones descritas nos conducirían, casi con total seguridad, al nacimiento de un espíritu de decrecimiento que nos haría crecer como personas y por ende a nuestro entorno social, cultural, económico y natural.
François Marie Arouet, Voltaire lo expresó perfectamente, “El orgullo de los mediocres consiste en hablar siempre de sí mismos; el orgullo de los grandes hombres en no hablar nunca de ellos.”
No menos elocuente Dawkins en su “gen egoísta”. “La vida inteligente sobre un planeta alcanza su mayoría de edad cuando resuelve el problema de su propia existencia.”