Ceuta, moneda de cambio
Ceuta necesita a Marruecos. O, mejor dicho, Ceuta por su condición de ciudad subvencionada no necesita a Marruecos, pero deberíamos ser una ciudad que lo necesitara.
Verán, hace un par de años escribí una opinión en la que hablaba sobre nuestras fortalezas y debilidades en la que exponía que Marruecos para Ceuta también es una fuente de riqueza y grandes oportunidades, y esa opinión sigue teniendo exactamente la misma vigencia que hoy. La proclama de “más España y más Europa”, creada como respuesta populista al cierre de la frontera, contiene elementos a los que Ceuta nunca debió dar la espalda, como la pertenencia al espacio Schengen o la Unión Aduanera, pero la verdad es que se pensó para salir a la calle con un megáfono y darse golpes en el pecho, no como solución a nuestra situación. Durante demasiados años nos hemos encerrado en una burbuja de economía pública, de autocomplacencia pagada por el Estado que a muchos les resulta muy cómoda pero que no nos conduce a ninguna parte y que no es suficiente para garantizar nuestro futuro.
Podemos llamarlo buena vecindad, podemos llamarlo respeto mutuo o podemos llamarlo aprovechamiento bidireccional, pero la normalización de las relaciones con Marruecos es una buena noticia para la ciudad. No, porque no podamos subsistir sin Marruecos, sino porque nos abre de nuevo la posibilidad de aprovechar nuestras oportunidades para desarrollar la actividad económica de las empresas de Ceuta ampliando de manera directa nuestro mercado potencial y nuestra fuente de recursos, un hecho diferencial que nadie excepto las empresas de Melilla tienen para poder explotar.
Al contrario de lo que ha sucedido a nivel nacional, casi todos los grupos de la Asamblea lo han querido ver de este modo, como una situación beneficiosa para Ceuta a corto plazo. Y parece que sí, que la inmigración ilegal podría controlarse de manera más efectiva, las oportunidades de negocio se incrementarían, nuestro abastecimiento mejoraría, la seguridad sería mayor, el comercio transfronterizo se canalizaría con más garantías que antes y tendríamos una mayor movilidad de cara al turismo.
¿Entonces por qué hay tanta diferencia entre la postura de la oposición a nivel nacional y la postura a nivel local?
La respuesta es doble. La primera y más evidente es porque la repercusión nacional no es tan directa. España gana una mejora en las relaciones con otro país, sin más, pero su vida diaria apenas cambia, como sí ocurriría en Ceuta. La segunda y casi más importante, es que en Ceuta pensamos a corto plazo, no en el largo plazo.
No voy a entrar en la forma oscurantista en la que nuestro presidente Sánchez ha gestionado esta aparente nueva etapa, ni en la falta de consenso y acuerdo con los demás partidos en un cambio tan drástico en política internacional. Me voy a centrar en lo que hemos cedido a cambio de lograr esa ansiada “buena vecindad”.
La moneda de cambio ha sido importante, y nosotros, los ceutíes hemos sido parte de ella.
Por una parte, España ha puesto en peligro otra buena relación con un país vital para su dependencia energética del gas, como es Argelia. Pero no pasa nada, si confiamos en la capacidad negociadora y diplomática de nuestro Gobierno, es posible que España no tenga que pagar ningún peaje, podemos estar tranquilos.
Por otra parte, España consiente en reconocer implícitamente que la ocupación por la fuerza de un territorio debería tener efectos legales a favor del ocupante, sin importar el drama humano del pueblo saharaui y los sacrificios que han hecho para dar forma definitiva a un estado propio. Esto al fin y al cabo tampoco debería representar ningún problema para España, todos sabemos que eso jamás ocurriría con nuestra soberanía. Aunque este punto empieza a afectarnos un poquito más.
Pero lo más importante para Ceuta es que este cambio de criterio de España respecto al Sáhara supondría, entre otras cosas, un reconocimiento de la españolidad de Ceuta y Melilla por parte de Marruecos. Esto no lo digo yo, es una idea trasladada a los medios de comunicación por “fuentes gubernamentales”.
Vamos a olvidarnos por un instante de que no necesitamos que Marruecos reconozca la españolidad ni de Ceuta, ni de Granada, ni de Toledo, pero ¿Realmente esto es cierto? ¿Alguien ha escuchado algún tipo de declaración marroquí al respecto o esas “fuentes gubernamentales” del Gobierno de Pedro Sánchez deberían ser suficiente para creérnoslo? Voy más allá, ¿somos tan ingenuos para pensar que décadas de reivindicaciones territoriales sobre territorio español por parte de Marruecos van a ser olvidadas de un día para otro sin más? Permítanme mostrarles mi incredulidad desde ahora mismo diciendo que temo que alguien nos esté mintiendo o, lo que es peor, se esté dejando engañar.
Podemos regocijarnos en la idea de que nuestro día a día vaya a mejorar. De hecho, la obligación de la política localista en Ceuta es apostar por esta situación, y por eso entiendo las declaraciones de casi toda la política ceutí celebrando el nuevo marco de entendimiento. Pero quizás deberíamos preguntarnos si alguien no está siendo objeto de una jugada de trilerismo político en la que podríamos salir muy mal parados a largo plazo. En Ceuta debemos velar no sólo por nuestro hoy sino también por nuestro mañana.
Si dentro de un tiempo, cuando Marruecos zanje su situación con el Sáhara y cierre uno de sus frentes gracias a nuestra aquiescencia, vemos que sus esfuerzos y objetivos se redoblan y centran con más fuerza en volver a reivindicar algo que nunca ha sido suyo, no servirá de nada decir “oigan, que fuentes gubernamentales españolas nos dijeron que estaba todo solucionado”.
No se preocupen, reconozco que yo no sé gran cosa de esto, y seguro que estoy equivocado. Ya verán cómo al final no pasa nada y nos convertimos a ojos de Marruecos en territorio español de pleno derecho (¡Gracias, Marruecos!) y nos veremos obligados a levantar una estatua de Pedro junto a la de Calipso en todo un homenaje a la belleza. O mucho mejor, junto a la de Sánchez-Prado, por eso de ahorrar letras en el apellido, que la vida está muy “achuchá”.