Franquicias tocadas de muerte
Franquicias tocadas de muerte: Desigual, Stradivarius y ahora Mango. Cadenas, la mayoría dedicadas a la venta de ropa textil, que están abandonando la principal arteria comercial de la zona ceutí, la calle Real, como muestra de una incesante sangría comercial que se abrió paso con el coronavirus y el cierre de la frontera. Esto no ha hecho más que acrecentar la incertidumbre de un tejido comercial que se desmorona por momentos sin solución alguna que lo pare.
Se trata de una situación inédita, en una de las calles que siempre ha contado con una intensa actividad comercial, el latido económico todavía se sentía antes de la llegada de la pandemia, ningún local se veía vacío más de una semana, lo justo para renovar vestuario y volver a abrir las puertas a los ceutíes.
El panorama comenzó a cambiar de forma drástica hace algo más de tres años con la llegada de la pandemia que padecimos, convirtiendo un presente y un futuro en inciertos. No es casualidad que estas marcas exigieran a la ciudad que apostaran por ellas, pero como de costumbre nuestra ciudad nunca ha estado ni estará a la altura de las circunstancias para que estas franquicias vinieron para quedarse.
Ahora estas franquicias no se interesan por una ciudad muerta, económicamente hablando, la rentabilidad de estos negocios va ligada al coste de la renta, el principal gasto para muchos de los emprendedores, todo lo que se pague en alquiler se traduce en menos beneficios, llevando consigo a un creciente número de carteles de “se alquila” en una calle Real, desdibujada por la poca afluencia de turistas. Estas grandes marcas exigen una demanda alta y constante para poder mantener este tipo de negocios y nuestra tierra ya hace mucho tiempo que no es capaz de conseguirlo, debido una vez más a los incompetentes que miran hacia otro lado haciendo mutis por el foro y “esto a mí me da igual mientras siga en mi sillón”.
La culpa de lo que está sucediendo es de los que han estado gobernando solo para satisfacer a su red clientelar, sin importarles en absoluto el día a día durante muchísimos años. Gobierne quien gobierne Ceuta va cuesta abajo y sin frenos. No hay que responsabilizar a nadie, solo a los que llevan más de dos décadas haciendo de la gestión un puro desastre. No se puede estar viviendo de las rentas, en este caso del turismo que llegaba desde Marruecos. España es muy grande y no se fomenta un turismo peninsular. Pero esto es pedir mucho a estos que se han cargado a Ceuta. Teníamos la esperanza de un cambio, el cual quedó silenciado como todos bien sabemos.