Se cerró la verja
Gibraltar, 1969: España cierra la verja que daba acceso a la colonia. Pero antes, en 1965, ya restringió el paso de turistas; y, desde 1966, se empezó a retirar el pase de trabajo a numerosos españoles que trabajaban allí hasta ese momento. ¿Ha cerrado Marruecos la verja de Ceuta?
En los últimos meses ha habido una sucesión de hechos que ha alterado la “habitualidad” de nuestra frontera y todos con un marcado carácter restrictivo. Marruecos ha sido quien ha llevado la iniciativa en todos ellos mientras la parte española hacía de convidado de piedra cuando no de mera comparsa. El punto álgido, y también final, fue el cierre de su frontera el 13 de marzo. La razón declarada: la pandemia. Recordemos que, en esa fecha, Melilla tenía dos casos de coronavirus y Ceuta todavía ninguno.
Se trató de un cierre unilateral y asimétrico que Marruecos hizo a la vez que suspendía todas las comunicaciones aéreas y marítimas con España. No hubo ni conversaciones ni acuerdo, sólo una comunicación previa al Gobierno español: el mínimo de la cortesía diplomática. Además, el cierre por parte marroquí fue total desde el principio y sin fecha de reapertura.
El cierre del lado español no se produce hasta casi diez días más tarde y con una vigencia inicial de treinta días. Incluso en las actuales circunstancias, las fronteras españolas no están cerradas totalmente: permiten el paso, entre otros, de trabajadores transfronterizos o transportistas. En esta situación está, por ejemplo, Gibraltar. En todas se han acentuado los controles, pero ninguna ha sido cerrada en estas semanas, salvo las de Ceuta y Melilla. ¿Conveniencia o hechos consumados? Para España no había otra alternativa: Marruecos ya las había cerrado a cal y canto.
Y cuando a finales de abril España prorroga la orden de cierre de estas fronteras hasta el 15 de mayo no tarda en aparecer inmediatamente el contrapunto de que Marruecos no las abrirá hasta el otoño. De nuevo el Gobierno español marcha con el paso cambiado. Nuestra Ministra de Exteriores no sabe nada del asunto y el Ministro de Interior, después de resaltar las buenas relaciones entre los dos países, no desmiente las intenciones marroquíes. ¿Qué ocurrirá a partir del 16 de mayo?
Una frontera es cosa de dos, al menos cuando se quiere que una y no separe. Si los dos lados actúan al unísono, será una vía de comunicación; si la someten a intereses contradictorios, la convertirán en una barrera. Marruecos deja entrever que tiene claro cómo quiere que sean sus fronteras con las ciudades autónomas. Tiene todo el derecho a decidir en lo que les corresponde y, salvo opinar, poco podemos hacer.
Pero, ¿qué hace Madrid? Hasta ahora, ir completamente a remolque de esas decisiones unilaterales: callar y dejar hacer, o disimular su ignorancia. Su indefinición es pura indiferencia: ni siquiera cabe insinuar “acuerdos secretos”. Tampoco el Gobierno de la Ciudad ha desempeñado un papel que le permita sacar pecho: lamentarse y poco más. Este nivel de iniciativa y miopía es lo que debe preocuparnos a los ceutíes.
Todo parece indicar que nuestra Ciudad va a cambiar en los próximos años. Ceuta se encuentra en uno de esos hitos temporales que la obligan a reorientarse. No tiene por qué ser a peor, pero lo cierto es que no lo será porque nosotros lo queramos sino por las decisiones tomadas desde el otro lado. Hoy por hoy, todo apunta a que, buena parte de lo que termine siendo Ceuta, lo será por obra y gracia de Marruecos. Porque –hoy por hoy- hemos perdido la iniciativa y la mirada de futuro.