La siembra
Decía el ensayista británico de finales del siglo XIX y comienzos del XX James Allen que:
‘La ley de la cosecha es cosechar más de lo que se siembra. Siembra un acto, y cosecharás un hábito. Siembra un hábito y cosecharás un carácter. Siembra un carácter y cosecharás un destino’.
Siguiendo esta acertada reflexión en nuestra ciudad estamos ahora, para mal, sembrando un hábito. El hábito consiste en incendiar las relaciones sociales desde la Asamblea y desde fuera de Ceuta por puro interés partidista. Casi dos años llevan sembrando altercados. Algunos profundamente bochornosos en el seno de la Asamblea de la ciudad, otros en la calle, otros en redes sociales… Tenemos una larga lista de “actos sembrados” que han dado lugar al peligroso habito de instigar el enfrentamiento entre los ceutíes.
Los últimos acontecimientos de esta pasada semana han tenido el efecto positivo de poner de manifiesto para todos la necesidad de parar esa deriva. Y es que, a poco que se mire lo que sucede, afortunadamente nunca se ha producido un enfrentamiento real entre ceutíes porque es evidente que a la sociedad civil de Ceuta no beneficia en absoluto la situación; de hecho, desde poco después de lo ocurrido en Plaza de África nos hemos afanado en sembrar actos contrarios a eso, de concordia, de respeto y de unión entre todos. Cuánto tienen que aprender algunos de la lección de dignidad de una señora de religión musulmana empuñando una escoba. Algo tan simple espoleó mas conciencias que cualquier discurso político.
Si hay algo que define a Ceuta, por encima de cualquier otra cosa, algo que es la razón misma de su existencia, al menos desde 1415, es su interculturalidad y el difícil equilibrio de la convivencia sobre esa base. La interculturalidad implica establecer relaciones basadas en el respeto a la diversidad y el enriquecimiento mutuo. Y todos en la ciudad sabemos cómo se hace eso sin necesidad de tener ningún conocimiento especial, solo sentido común. Ese que debe hacernos ver que es lo que nos interesa mas en estos momentos tan complicados que estamos viviendo, o formulado de otra manera, ese que debe hacernos ver a quién interesa que nos enfrentemos entre nosotros. Que la unión hace la fuerza es una obviedad de esas que a veces hay que enarbolar, y aunque el poder real de nuestra ciudad frente a los problemas que nos acucian es escaso, es evidente que la disposición a ayudar por parte de quien si tiene poder para hacerlo es mayor cuanto mas digna de respeto sea esa población. Que el segundo grupo de la oposición en la Asamblea haya estado desaparecido institucionalmente estos días dice mucho de cuales son sus intereses. Imaginen que la casa en la que viven con su familia sale ardiendo y todos ayudan como pueden para apagarlo, salvo el único que es beneficiario de un seguro de incendio que se dedica a verter gasolina en vez de agua.
Todos debiéramos pensar con la cabeza y no con las tripas qué destino queremos cosechar para Ceuta. El problema fronterizo es muy grave, sin lugar a dudas, pero no está en nuestra mano solucionarlo, solo exigir por tierra, mar y aire soluciones realistas, a ser posible a largo plazo, y a ser posible exigirlas unidos. Pero tener una ciudad habitable, en vez de la venenosa a la que nos quieren llevar por puro interés partidista, depende de todos nosotros. Hasta hace muy poco tiempo, un par de años escasos, el hábito que sembrábamos en Ceuta era tolerancia y respeto, y el destino que teníamos era el de ser una ciudad multicultural unida y en paz, con los problemas normales de cualquier ciudad. Estoy convencida que esa es la siembra y ese es el destino que la inmensa mayoría de los ceutíes quiere seguir teniendo. Es evidente que aquellos a quienes interesa la división seguirán fomentándola, y quien sabe si arreciarán con eso, pero nada conseguirán si nos unimos para “quitarle el oxígeno a la gasolina” y al mismo tiempo nos dedicamos a sembrar tolerancia.