Europa, ¿comisionista?
Europa ha ido perdiendo fuerza como potencia industrial desde el fin de la II Guerra Mundial. Es un hecho fehaciente. España más. Esta cuestión se ha hecho cruelmente patente en esta crisis del Covid-19.
Nos hemos convertido en un mero mercado de consumo y servicios.
Incluso como potencia tecnológica vamos perdiendo fondo. Los mercados asiáticos no solamente son ya fabricantes baratos, sino que capitalizan la bastante de la vanguardia tecnológica. Nos sacan más de una cabeza en esta carrera.
Durante esta crisis se ha demostrado, en el caso de España de manera más trágica, que el resto del mundo democrático, que nuestra capacidad fabril estaba o mermada o desentrenada para fabricar los recursos sanitarios más básicos, meras mascarillas, otros más sofisticados como respiradores o test.
Hemos tardado en reorganizarnos y volver a producir justo el tiempo de que la tragedia de la epidemia avanzase y nos tomase posiciones estratégicas, como un contingente invisible, pero enemigo y despiadado.
Si lo dudamos pensemos en la situación de Madrid y de otras ciudades y comarcas. Realmente la pandemia, amén de errores, negligencias, asunción de responsabilidades políticas, dudas sobre la necesaria unidad parlamentaria…, permítanme la licencia, nos ha sorprendido con el trasero al relente.
Como tantas otras veces que hemos afrontado una situación desesperada.
Recordemos a nuestros soldados, siempre abnegados y heroicos, yendo al combate en alpargatas, con armas obsoletas… Desgraciadamente un clásico de nuestra improvisación secular, muchas veces salvada por profesionales magníficos y héroes anónimos. El pueblo español siempre por encima de sus dirigentes…
Y Europa, que siempre fue nuestro referente, ahora está contaminada por lo peor de nuestros virus: hacer negocio con productos fabricados en la otra punta del mundo, sin previsión de que las catástrofes no esperan…, las pandemias no se detienen a que tú compres en las antípodas, a no se sabe a quién, a qué precios y no sabiendo quiénes son los beneficiarios. Lo dice el refrán: a río revuelto ganancia de pescadores...
Si salimos de ésta, debemos tener preparada la siguiente.
Fíjense qué, medio con lo que teníamos, un sistema hospitalario, que, aún desbordado ha resistido, profesionales de todo tipo preparados. En primera línea sanitarios, Cuerpos y Fuerzas de Seguridad y Fuerzas Armadas. Todos de gran capacidad profesional y voluntad de servicio, hasta el heroísmo, hasta ofrecer la propia vida...
No era poco, pero era insuficiente, seguro. Y, fíjense, aún en la desgracia, aun así, lo hemos hecho bien como nación, como cuerpo social. En una situación desesperada a veces y de escasez de mucho de lo necesario. Empresarios y empresas han hecho también esfuerzos denodados, desde el pequeño empresario con su contribución a la distribución de lo más necesario hasta las grandes corporaciones poniéndose a disposición del Estado y el país en general. De todos ellos debemos aprender los políticos de todo rango.
Si hubiéramos preparado, realmente, la situación de catástrofe con más medio y con tiempo, nuestra victoria hubiera sido más cierta y menos cruenta.La mundialización tiene estas servidumbres, también estas lecciones. No podemos ser simples consumidores de productos lejanos, meros comisionistas. Esto lo paramos entre todos, pero si es con más previsión y con menos ingeniería financiera y menos mercadeo, mejor.