Vuelta a las aulas

La semana próxima comienza un nuevo curso escolar; para mí, será ya el número 28, que uno ya va peinando canas y comprueba que la juventud se va diluyendo como un azucarillo en el café de la vida. Este verano falleció mi padre y, más que nunca, pude darme cuenta que estamos de paso en un camino sin retorno. Para mí, la memoria y el compromiso se han convertido en tablas de salvación para naufragios existenciales.

En junio nos despedimos en los claustros con muchos asuntos pendientes: la reducción de la jornada laboral, el concursillo de traslados, el aumento de plantillas en los Centros Educativos que tanta falta hace en nuestra ciudad y otros asuntos que se irían resolviendo si el Ministerio de Educación confiara en la buena labor y el buen hacer de la Dirección Provincial de Ceuta.

Podremos estar de acuerdo o discrepar en los proyectos que ha llevado a cabo el Equipo de Javier Rodríguez, actual director Provincial de Educación, pero nadie discutirá el inmenso trabajo realizado durante un año: programas, cursos, proyectos, sustituciones del profesorado en el mínimo tiempo posible, acercamiento de los docentes para compartir experiencias, potenciación de la Formación Profesional, olimpiadas temáticas, apertura de la Escuela de Arte y un largo etcétera de asuntos que han tendido puentes imprescindibles entre los Centros Educativos y la Administración responsable.

Pero lo cierto es que el pistoletazo de salida de este año académico 2019-2020 está preparado y nos volvemos a quedar con una mera declaración de buenas intenciones del Ministerio que no se podrán llevar a efecto por la sordina constante de los políticos de la capital. Enumeraré algunas promesas que han quedado en agua de borrajas y suenan como un canto de sirenas que paraliza todo diálogo:

1º- El aumento del cupo del profesorado ¿Qué le puede suponer a la Administración incrementar en 60 docentes las maltrechas plantillas de nuestra Ciudad con unos problemas educativos muy superiores a otras comunidades? ¿Qué presupuesto necesita todo un Ministerio de educación para llevarlo a efecto? No podemos admitir el argumento sempiterno que reza la cantinela de siempre “no se han aprobado los presupuestos”. ¿Qué pasa en las demás comunidades con competencias en materia de educación? ¿Son Ceuta y Melilla dos cenicientas resignadas?

2º- ¿ Qué ha sucedido con el concursillo de traslados, las reducciones de jornada voluntarias, las normativas laborales que obligan estar dado de alta a un docente interino el día 30 de junio, aunque haya trabajado 8 meses y 29 días, para tener derecho a cobrar el verano

3º ¿Por qué no se considera a los sindicatos con capacidad negociadora con Madrid y son tratados como entes abstractos con la única posibilidad de tener derecho al pataleo?

4º ¿Cuándo se dotará a la Dirección Provincial de Ceuta de la autonomía necesaria para que pueda tomar decisiones fundamentales en materia educativa?

¿Qué hacer? ¿Qué fuerza tiene el profesorado? No vale preguntar qué hacen los sindicatos. Yo estoy harto de escuchar ese mantra de muchísimos compañeros. Los sindicatos tiene la fuerza que le otorgan sus trabajadores, ni más ni menos. No son una entelequia metafísica en un mundo inexistente. Si queremos movilizarnos, adelante. Pero no esperemos a que el hada madrina venga a sacarnos las castañas del fuego.

La lucha y el compromiso empiezan por uno mismo, por su capacidad de solidaridad, de empatía, de entrega a unas ideas que consideras necesarias para cambiar lo que no nos gusta.

En Ceuta apostamos por un cambio político en las últimas elecciones generales, pero nuestra victoria se ha quedado en lo que contó Berlanga en su extraordinaria película. “Bienvenido Míster Marshall” Madrid, en este caso, ha pasado de largo. Entender que el sindicalismo consiste meramente en una gestoría cuya única misión es poner en orden nuestros papeles es herir de muerte a la inmensa fuerza que tenemos los trabajadores y trabajadoras cuando somos consciente de ella.

Todos y todas debemos de considerarnos en una u otra mediada trabajadores, docentes, sindicalistas, miembros de una tripulación rumbo a una sociedad más justa en todos sus ámbitos. Mirar para otro lado o mirarse el ombligo nos empobrece moralmente.