El miedo a la denuncia de la mujer inmigrante

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El número de mujeres asesinadas en lo que va de año asciende a 51, según cifras oficiales, cifras que dejan fuera a todas aquellas que murieron a manos de hombres con las que no mantenían un vínculo sentimental. Resulta ridículo negar, aunque algunos se empeñen, que existe una violencia específica hacia las mujeres, por el simple hecho de serlo. Las mujeres migrantes no son ajenas a esta realidad, es más, ellas son las que sufren mayores niveles de violencia en nuestro país. Si nos detenemos a buscar respuestas al porqué de esta situación, no podemos pasar por alto los numerosos factores que influyen en la extrema vulnerabilidad de estas mujeres ante la violencia de género y sexual que sufren en los países de acogida, como las barreras lingüísticas, la dependencia económica hacia su agresor y la falta de confianza en las instituciones públicas.

El choque cultural es innegable. Provienen en su mayoría de sociedades absolutamente ajenas a nuestra legislación y estado de derecho, de países en los que se llega a justificar la violencia de género, y en donde la mujer no puede hablar, ni opinar y mucho menos oponerse a las normas de su propia comunidad, alcanzando niveles de pobreza y analfabetismo muy superiores a los de los hombres.

Este es la realidad social y cultural de la que provienen, por lo que no es difícil imaginar el desamparo e indefensión que sienten ante las nuevas situaciones de violencia de género que sufren por parte de sus parejas en los países de acogida, la confusión ante el proceso judicial, el desconocimiento de sus derechos y el temor a la propia Administración Pública, no olvidemos que en su mayoría proceden de países carentes de libertad, en donde las instituciones públicas son represivas, violentas y opresivas, lo que aumenta aún más en ellas el miedo a denunciar las agresiones y situaciones vejatorias y a iniciar por tanto un proceso legal en el nuevo país en el que se han establecido.

Cuando una mujer inmigrante sufre violencia de género por parte de su pareja, habitualmente el marido, y ella está en situación irregular, difícilmente conseguiremos los profesionales convencerla de la interposición de la correspondiente denuncia contra su agresor. Puede más en ellas el miedo a hacerse “visibles” ante las distintas instituciones públicas (Policía, Juzgado, Inmigración), y que ello les suponga la incoación del correspondiente expediente sancionador y consiguiente expulsión del país, que el liberarse de su pareja agresora denunciando los actos violentos y humillaciones sufridas. Seguirá soportando por largo tiempo las agresiones y vejaciones antes que arriesgarse a ser expulsada y verse obligada a volver a su país.

Es cierto que no podemos obviar los logros conseguidos con las últimas reformas legislativas realizadas, así la Ley Orgánica 4/2000, de 11 de enero, de los derechos y libertades de los extranjeros en España, en su artículo 31 bis establece que las mujeres extranjeras víctimas de violencia de género, cualquiera que sea su situación administrativa, tienen garantizados los derechos reconocidos en la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, así como las medidas de protección y seguridad establecidas en la legislación vigente.

No podemos negar lo correcto de estas reformas, aún queda mucho camino por recorrer, de poco sirven en cuanto esta información no llega en la mayoría de los casos a la mujer migrante. Tenemos que hacer un esfuerzo conjunto, los profesionales, los organismos públicos y los servicios de atención a inmigrantes, a fin de hacerles llegar a estos grupos de mujeres una información completa de sus derechos, ayudarles a superar los miedos y a confiar en las instituciones públicas. Sólo así, con un conocimiento completo de sus derechos y garantías procesales y administrativas, lograremos que aumenten las denuncias de mujeres extranjeras, y por consiguiente la adopción de las correspondientes medidas de protección. La superación del miedo a lo desconocido es el primer paso para hacerse fuertes.

El trabajo que DIGMUN realiza en el taller MUJER AVANZA para mujeres fronterizas, está encaminado no sólo a educarlas en igualdad, sino también a empoderarlas, para que sean capaces de salir de la situación de vulnerabilidad en que se encuentran y fortalecer su autoestima en el caso de que sean maltratadas por sus parejas. Pretendemos que sean capaces de superar el miedo a denunciar y enseñarles a confiar en los recursos que tiene nuestra ciudad para protegerlas en el caso de que sean víctimas de la violencia machista.