Urge la puesta en marcha de un Plan Nacional de Prevención del Suicidio
Al día se suicidan 10 personas en España, la principal vía de abordaje de este grave problema de salud pública ha de ser la prevención.
En España mueren cada día 10 personas por suicidio. Una cada 2,5 horas. En el mundo, una cada 40 segundos, el tiempo que vas a tardar en leer esta noticia.
Sin duda, estamos ante un grave problema de salud pública que dejó, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE, 2019), 3.271 fallecidos en nuestro país y que demanda soluciones inmediatas.
Se trata de la primera causa de muerte no natural en España, superando dos veces a las muertes por accidentes de tráfico, 13 veces a las producidas por homicidio y casi 70 veces a las ocurridas en asesinatos por violencia de género.
El problema no finaliza aquí. Se sabe que las muertes por suicidio son superiores a las que se registran oficialmente, que se producen 20 intentos por cada suicidio y que cada consumación o tentativa afecta, de media, a entre 6 y 10 personas del entorno, ya sea la familia, la pareja o los amigos.
Es, por lo tanto, un asunto muy preocupante que, probablemente, se haya podido ver agravado con la crisis generada por la covid-19 y el impacto que ésta está teniendo en la salud mental de la población.
Lo trágico es que la mayoría de estas muertes podría evitarse. Dan testimonio de ello los resultados de las políticas y planes de prevención que se están llevando a cabo en países como Australia, Irlanda o Escocia, en los que, tras su implementación, han descendido las tasas de suicidio.
Si las estrategias de prevención y asistenciales son eficaces, ¿por qué sigue sin desarrollarse en España una Ley Nacional de Prevención del Suicidio? ¿Qué frena a los legisladores a ponerse manos a la obra?
Aunque es un problema multicausal y complejo, una parte de la respuesta se encuentra en el hecho de que sigue siendo un tema tabú y sobre el que existen muchos mitos. Entre otros, hay un temor extendido y completamente infundado a que nombrar el suicidio lo atraiga o lo provoque. La evidencia nos muestra, justo, lo contrario: si algo puede contribuir a que no se produzca un suicidio es, precisamente, darle voz a la persona que se lo plantea, ponerle palabras al sufrimiento que hay detrás y generar los espacios necesarios para que encuentre alternativas y sepa lo que le está sucediendo. Aquello de lo que no se habla, no existe. Si algo no forma parte de la conversación, si no se comprende su trasfondo, es invisible y no se atiende.
Desde hace años, el Consejo General de la Psicología viene insistiendo, frente a las diferentes autoridades sanitarias, en la necesidad de diseñar e implementar una estrategia multidisciplinar y coordinada para la prevención del suicidio, que ofrezca una respuesta integral y que dé cuenta de la naturaleza multicausal de los comportamientos suicidas. Cualquier respuesta a un problema tan complejo debe, necesariamente, prestar atención a la prevención, la intervención y la posvención y considerar, al menos, la dimensión social, clínica y cultural de las conductas suicidas.
En el Día Internacional de Prevención del Suicidio es imprescindible abrir la conversación para que deje de ser una de las asignaturas pendientes de la sanidad en España.
Si prevenir el suicidio es posible, hagámoslo posible.