La peste del s. XIV y Ceuta
Centro de Historia y Cultura Militar de Ceuta: Coronel Carlos Busto Saiz
A lo largo de su historia, Europa se ha visto afectada por distintas enfermedades y epidemias, pero hubo una que destacó sobre las demás. En la mitad del siglo XIV, entre 1346 y 1353, tuvo lugar la mayor pandemia de su historia, la Peste Negra o Peste Bubónica, un acontecimiento de una magnitud inédita sólo comparable con la que devastó el continente en la época del emperador Justiniano. (s. VI d.C.) Desde entonces y hasta su última aparición significativa a principios del siglo XVIII, la peste negra se convirtió en una inseparable compañera de viaje de la población europea, si bien se siguieron produciendo algunos casos hasta bien entrado el s. XX.
Por entonces, en nuestro continente existían numerosas enfermedades endémicas que azotaban constantemente a la población como el sarampión, la gripe, la disentería y la temida lepra. Esta enfermedad a la que se enfrentaba la sociedad del siglo XIV tenía unos efectos atroces. Era una especie de fúnebre enemigo fantasma que deambulaba por las ciudades y campos.
Sobre las causas de la peste se especuló mucho con escasos resultados. Algunos creían que se debía a una corriente de aire procedente del suelo y señalaban que recientes temblores habían liberado vapores insalubres desde las profundidades del planeta. Otros lo achacaban a la aparición de eclipses y la alineación de determinados planetas. Otro gran número de población creyeron que la Peste Negra era una manifestación de la ira de Dios por los pecados del hombre. Los temores de la época quedaron plasmados en las representaciones de la Danza de la Muerte, en las que un esqueleto que representaba la muerte azarosa se llevaba danzando a jóvenes y adultos, ricos y pobres, reyes y campesinos.
La realidad era mucho más sencilla y fue descubierta en el s. XIX por los bacteriólogos Kitasato y Yersin, de forma independiente pero casi al unísono, quienes determinaron que el origen de la peste era la bacteria “yersinia pestis”, que afectaba a las ratas negras y a otros roedores y se transmitía a través de los parásitos que vivían en esos animales, en especial las pulgas, las cuales inoculaban el bacilo a los humanos con su picadura.
La peste es, pues, una zoonosis, una enfermedad que pasa de los animales a los seres humanos. El contagio era fácil porque ratas y personas estaban presentes y convivían en las calles, en las casas, en graneros; circulaban por los mismos caminos y se trasladaban con los mismos medios, como los barcos.
La peste tenía un periodo de incubación de entre 16 y 23 días antes de que se presentaran los primeros síntomas a partir de lo cual en un periodo de entre tres y cinco días se producía la muerte. La enfermedad se manifestaba en las ingles, axilas o cuello, con la inflamación de alguno de los nódulos del sistema linfático (bubón, bubas; de ahí el termino bubónica) acompañada de supuraciones y fiebres altas que provocaban en los enfermos escalofríos y delirios.
Con toda la precaución, podemos afirmar que la peste tuvo su origen en China y de ahí paso a Asia Central, dominada en aquella época por los mongoles, y posteriormente a la ciudad comercial de Caffa (actual Feodosia), en la península de Crimea, a orillas del mar Negro, que estaba asediada por el ejército mongol en cuyas filas se manifestó la enfermedad. Cuando tuvieron conocimiento de la epidemia, los mercaderes genoveses que mantenían allí una colonia comercial huyeron en sus barcos (probablemente llenos de ratas) despavoridos, llevando consigo los bacilos primero hacia Constantinopla y luego a Alejandría hasta llegar a Sicilia y Génova y posteriormente a Marsella, desde donde se difundió por el resto del continente.
Las consecuencias fueron nefastas. La Peste Negra fue un desastre de tal magnitud que no sólo sacudió los cimientos económicos y sociales del Viejo Mundo, sino que modificó el curso de la historia humana. A partir de este hito se produjeron importantes cambios en todos los órdenes y la Peste Negra constituyó una encrucijada de nuestra historia. El periodo conocido como Edad Media, con el Renacimiento, dejaría paso a la Edad Moderna.
En cuanto a la Península Ibérica las cifras de fallecidos deben tomarse también con mucha cautela. En el peor de los casos, España pudo haber pasado de seis millones de habitantes a dos y medio, con lo que habría perecido también sobre el 60 % de la población, siendo la incidencia mayor cuanto más próxima al Levante se encontraba la localidad.
No es fácil reconstruir ni la cronología ni el itinerario seguidos por la Peste Negra en su propagación por nuestro territorio; las fuentes más antiguas acerca de la epidemia datan de marzo de 1348 y las más tardías de 1350. El investigador D. Julio Valdeón, asegura que hubo varias vías de penetración. La primera, y más importante, fue a través del contagio de los habitantes de la isla de Mallorca, por naves procedentes de Marsella. La peste se propagó a través del Mediterráneo. No tiene por ello nada de extraño que el primer territorio afectado fueran las islas Baleares, concretamente Mallorca. Allí, en la villa marinera de Alcudia, falleció a finales marzo de 1348 un tal Guillem Brassa, la primera víctima documentada.
Poco tiempo después prendió en la península. En los primeros días de mayo está documentada la presencia de la peste en la costa catalana, en concreto en Barcelona y en Tarragona. En el mismo mes, aunque en día no precisado, la peste actuaba en la ciudad de Valencia. Es probable que desde Barcelona se propagara a Lérida y desde allí a Huesca. Simultáneamente, la peste se habría propagado en mayo desde Valencia a Teruel; y desde el sur turolense siguió las rutas principales que llevaban al corazón de Castilla, hacia Madrid y Toledo, zonas que fueron invadidas en algún momento de los primeros meses de 1349.
Es mucho más difícil reconstruir el itinerario seguido por la mortandad en el reino castellano-leonés, en el reino de Portugal o en la Granada nazarí. A principios de 1350 ya estaría instalada en tierras andaluzas. Desde Almería pasó a Granada y Málaga hasta llegar a Algeciras, donde se conoce la última referencia que procede de los primeros meses de 1350.
D. Enrique Jarque Ros, en su obra “La Peste Bubónica y Ceuta” escribe: <<D. Alfonso XI, el Justiciero, rey de Castilla, puso sitio a la plaza de Gibraltar, guarnecida por los musulmanes; al principio del sitio, una peste afectó al ejército español con gran crueldad, muriendo el rey el día 26 de marzo de dicho año a la edad de 38 años…, dadas las grandes relaciones que los pobladores de Ceuta tenían con la ciudad de Gibraltar es lógico pensar que la epidemia llegaría a Ceuta>>.
Por otra parte, hay que recordar que esta pandemia también llegó desde los momentos iniciales a la localidad de Alejandría. De ahí, como pasó en el continente europeo, la peste se extendió por el norte de África. Otra penetración en esta región pudo tener su origen en las embarcaciones procedentes del sur de Italia, por lo que es de suponer que en 1350 esta enfermedad pudo llegar a nuestra tierra también por esta vía africana.
Ya fuera con origen en la zona de Gibraltar o a través del norte de África, resulta lógico pensar que la Peste Negra habría hecho acto de presencia en Ceuta en 1350. No se conocen datos fidedignos sobre contagios ni víctimas por lo que cualquier afirmación sobre el impacto de la peste en Ceuta sería un ejercicio imprudente.
Ceuta por su situación geográfica ha estado expuesta a lo largo de su historia a la irrupción y presencia de enfermedades epidémicas; así, solo refiriéndonos a la peste, el autor anteriormente mencionado cita 26 ocasiones en la que esta enfermedad ha estado presente entre sus murallas o cerca de ellas. Por su singularidad hay que resaltar la acaecida con la conquista de la ciudad por parte de los portugueses, acaecida el 21 de agosto de 1415. Con la conquista la peste llegó de nuevo a Ceuta, sin que se tenga documentación alguna sobre su intensidad ni consecuencias.
En 1934 se detectaron varios casos de peste en Tánger, por lo que las autoridades ceutíes adoptaron medidas sanitarias de control. Después de ese año, no se han detectado ningún caso ni en la ciudad ni en zonas cercanas a ella.
En conclusión, Ceuta debió sufrir en 1.350 similares vicisitudes que las ocurridas en el resto de España. De igual manera, en nuestra ciudad, a lo largo de su historia, se han producido números casos de peste detalladamente descritas por Jarque Ros en su obra citada anteriormente y cuya lectura resulta de sumo interés. Es de suponer que todas estas apariciones de la peste irían acompañadas de alteraciones sociales y económicas y de situaciones en las que la muerte era el principal personaje de todos los actos de la ciudad.