Lápidas de hechos heroicos
Mar Muñoz Hidalgo, colaboradora del Centro de Historia y Cultura Militar de Ceuta.
Durante el recorrido que todo visitante al castillo de “El Desnarigado” puede realizar, nos fijamos en tres de nuestros fondos ubicados en el patio, se tratan de un conjunto de estelas y placas, que muestran una serie de acontecimientos y personajes importantes relacionados con nuestra ciudad.
Es innegable pensar que estas placas son una obra artística, y como toda obra artística, tiene una historia. Y con más razón, una lápida, donde suele ser muy común los epitafios a fin de conservar la memoria de los difuntos y narrar los últimos momentos de vida. Por lo tanto, tenemos una fusión de arte e historia por partida doble. Este ritual es algo que se lleva haciendo desde tiempos inmemorables. Echando la vista atrás (2250 a.C.), un claro ejemplo lo constituye la Estela de Naram-Sin, vestigio importante de la escultura mesopotámica. Fue realizada para conmemorar la victoria del rey Naram-Sin sobre la tribu de los lullubi de los montes Zagros. Muestra al rey vencedor aplastar con el pie a los cadáveres de sus enemigos, mientras mata a otros dos guerreros y otros caen despeñados.
Las placas a las que se va a hacer referencia, tienen en común que se encontraban en el Regimiento de Infantería Nº 60, que posteriormente se trasformaría en el Regimiento de Infantería de Ceuta Nº 54 “El defensor de la fe”, alojado en el antiguo acuartelamiento “Teniente Ruiz” (actual Campus Universitario de Ceuta) donde más adelante fueron donadas a nuestro museo.
Comenzando cronológicamente, tenemos una lápida conmemorativa, de autor desconocido en cuya inscripción o epigrafía, hecha con la técnica de hueco relieve, podemos ver escrito:
'Al capitán del regimiento fijo de Ceuta don Pedro Agustín Echevarría, por la heroica defensa de estera el día 22 de junio de 1794. El Regimiento Infantería de Ceuta Nª 60. 8 diciembre 1926. Campaña del Rosellón'.
La escena está realizada en bronce con la técnica del bajo relieve, sobre un soporte de piedra donde se encuentra la epigrafía antes comentada. En cuanto a la iconografía, podemos contemplar la figura del capitán que acaba de morir en la contienda junto a la de una mujer que lo lleva en brazos, pudiéndose caracterizar como una alegoría a la muerte. O, lo más posible debido a los atributos, como una personificación de la Fortaleza, que se representa como una mujer vestida con armadura. Suele aparecer un león (aparece en la zona baja a la derecha sobresaliendo del bronce), porque es uno de los animales que mejor representa esta virtud. Otros atributos posibles son un escudo y una rama de roble (cuales vemos en los pies de nuestro personaje), que aluden a la capacidad de hacer frente a las pasiones y a la fortaleza del alma respectivamente En segundo plano se ve como la escena bélica continúa.
La secuencia vista en la placa ocurre concretamente en la Guerra del Rosellón (7 marzo 1793- 22 julio 1795) cuando el ejército francés hizo retroceder al ejército español a Cataluña y le infligió una seria derrota en noviembre de 1794. Esta guerra fue un enfrentamiento entre la Primera Coalición y la Primera República Francesa. Enfrentó a la Francia revolucionaria contra los reinos de España y Portugal desde marzo de 1793 hasta julio de 1795 durante las guerras revolucionarias francesas.
Tal fue la importancia de este personaje, que recitaron un verso heroico llamado:
‘En loor del verdadero héroe en campaña Dn. Pedro Agustín de Echevarría, comandante del batallón franco y sus individuos desde la formación de este cuerpo / por un Sugeto del Mismo Adicto á la Razón y la Justicia’.
Realizado por Narcís Oliva i Nadal, Cuartel General de la Cerviá (1795). Uno de los versos dice así:
(…) ‘En el Pontós astuto se metía:
Donde con bayoneta
Se les hizo matanza bien completa,
Y aquellos que han huido,
A la hermita del Ángel se han reunido,
Y con mucha porfía
Hasta con un obuz se defendía,
Pero en este parage
Echevarría lleno de coraje
Sobre el obuz se mete
En su castaño bruto como un cohete,
Y tirando sablazos,
Al artillero dividió en pedazos,
Que iba a darle fuego,
Y los demás franceses huyen luego.’ (…)
Continuamos con una lápida donde ocurren unos hechos puntuales, antecedentes a una guerra que fue crucial para la historia ceutí.
Realizada en 1926, bronce y mármol. Dedicadas a Antonio Forell, Domingo López y Pedro Coll que, como nos dice la inscripción en la piedra, fueron abatidos mientras incendiaban el campamento enemigo a escasos días del inicio de la Guerra de África.
Corría el mes de agosto de 1859, cuando sucedió un acto de infamia por parte de algunos miembros de cabilas cercanas a Ceuta derribando un escudo de España situado a orillas del mar y a unos ciento cincuenta metros de la puerta de la plaza y desde luego dentro de los límites de su jurisdicción, que dio pie a la Guerra de África en pleno reinado de Isabel II, cuando en el campo de Ceuta se iniciaban las obras del marcaje de la delimitación pactada con Marruecos (Tratados de Tánger 1844 y Larache 1845).
En plena noche, y con el calendario detenido en el 10 de agosto de 1859, algunas tribus ubicadas en las proximidades de Ceuta perpetraron una afrenta contra España que, a la postre, fue utilizada para justificar el inicio de las hostilidades contra el Sultán. Destruyen las obras, arrojan las garitas al mar, derribaron un edificio rojigualdo que estaba siendo construido en las inmediaciones de Ceuta (en el denominado “Campo Exterior’’) y arrancan algunos hitos de los que marcaban los límites, destrozando aquel en el que estaba labrado el escudo de España.
Tras un ultimátum de 20 días, prolongado otros veinte por la muerte del sultán Muley Abderramán y una reunión con potencias europeas, España declara la guerra al sultán el 22 de octubre. La guerra finalizó con el Tratado de Wad-Ras, firmado el 26 de abril de 1860, que declaraba a España como vencedora e imponía al sultanato una serie de cesiones e indemnizaciones. Uno de los tratos más importantes para nuestra ciudad fue el aumento del área de dominio de Ceuta y sus alrededores, incluyendo todo el territorio que iba desde el mar, pasando por los altos de la sierra de Bullones, hasta el barranco de Anghera.
Los hechos comentados en la placa conmemorativa, ocurrieron 14 días después de esa noche del 10 de agosto, cuando Antonio Forell, Domingo López y Pedro Coll en un acto de heroicidad contra los rifeños, fueron abatidos mientras incendiaban su campamento de la cabila de Anghera. Este 24 agosto fue el mismo día de la muerte del sultán Muley Abderraman (Abd ar-Rahmán ibn Hisham), lo que pudo originar que estos soldados españoles decidieran atacar a los rifeños. En la placa de bronce sobre la piedra, observamos a los soldados en un bajo relieve con antorchas en las manos, en pleno apogeo del incendio, donde vemos en la zona izquierda como las llamas y las explosiones empiezan a adentrarse en la escena.
Por último y no menos importante, tenemos la placa que se coloca en honor al teniente coronel don Sebastián Moll de Alba, primer militar del Regimiento de Ceuta nº 60, al que se le concede la Cruz Laureada de San Fernando por los hechos heroicos que tuvieron lugar en Ain-Yir, Zoco Tlatta en el año 1924. Aquí también podemos observar esa personificación de la fortaleza donde la mujer con armadura guía a los combatientes apareciendo su otro atributo, que es el león, en la zona alta a la izquierda sobre la piedra.
Sebastián Moll de Alba, aragonés, nacido en Zaragoza el 10/10/1871 fue un militar y caballero Laureado de San Fernando. En marzo de 1922 se le concedió destino en el Regimiento de Ceuta, al que se incorporó en esta plaza, pasando a formar parte de una columna al mando del coronel Serrano Orive, con la que participó en numerosas operaciones de campaña, entre ellas la ocupación de Tazarut en el mes de mayo, trasladándose en diciembre a la posición del Fondak.
Estando al frente de dos compañías se dirigía el 13 de diciembre de 1924 a proteger la evacuación de la posición de Telata. Resultando herido gravemente en las proximidades de Ain Yir, que era el objetivo de la retirada, se negó a recibir asistencia facultativa y a ser retirado del combate, continúo dirigiendo las operaciones y animando a su tropa. Al recibir la noticia de la muerte de su hijo, que estaba a sus órdenes en el citado combate, fue en su búsqueda donde, por una descarga enemiga, el teniente coronel también encontró la muerte. El hecho heroico que protagonizó le hizo merecedor al ascenso al empleo de coronel y a la Cruz Laureada de San Fernando que, una vez finalizado el juicio contradictorio, le fue concedida por real orden de 29 de febrero de 1928. Por Decreto de 20 de diciembre se le concedió que se rindiera honores a la llegada a Madrid de los cuerpos del teniente coronel y de su hijo (D.O. nº 289 de 21 de diciembre de 1924). Recibieron sepultura en una tumba del Cementerio Sacramental de San Lorenzo de Madrid.
Desde el Centro de Historia y Cultura Militar de Ceuta, invitamos a todos los ceutíes y visitantes a nuestra querida ciudad que puedan disfrutar de estos fondos anteriormente comentados y de todos aquellos que se encuentran expuestos permanentemente en el Museo Histórico Militar de “El Desnarigado”.
BIBLIOGRAFÍA